A lo largo de mi camino como terapeuta holística, he aprendido a observar el autismo desde un lugar más profundo, más allá de los diagnósticos y las etiquetas. Cuando miro a una persona con TEA o TEA-H, no veo un trastorno ni una limitación, sino un alma con una vibración especial, un ser que llegó a este plano con una misión distinta, muchas veces difícil de comprender para quienes habitamos en la estructura de lo convencional.
Las personas dentro del espectro autista parecen tener un puente directo con dimensiones sutiles, con la esencia misma de la existencia. Su forma de percibir la realidad es distinta, muchas veces sin filtros, con una conexión tan pura que el mundo terrenal se les vuelve abrumador. Mientras la mayoría de las personas hemos aprendido a vivir en el ruido, en la distracción constante, en la necesidad de encajar, ellos parecen habitar en una verdad más auténtica, en una presencia más intensa, sin la necesidad de máscaras ni artificios.
Hay algo sagrado en su manera de ser. Su sensibilidad extrema no es un defecto, sino un don que nos muestra lo que realmente existe cuando callamos la mente y nos abrimos a sentir. Muchos de ellos parecen resistirse a la comunicación convencional porque las palabras, llenas de interpretaciones y filtros sociales, no logran transmitir lo que ellos saben de manera innata. Se comunican con el alma, con la energía, con la vibración.
El mundo espiritual nos habla de almas que encarnan con propósitos específicos, seres que vienen a romper estructuras, a enseñarnos a mirar de otra manera. ¿Y si el autismo fuera una manifestación de esta evolución? ¿Y si en lugar de tratar de “normalizar” su existencia, aprendiéramos a conectar con su frecuencia?
Cuando acompañamos a alguien dentro del espectro desde el amor y no desde la corrección, podemos percibir su mundo con otra mirada. No son ellos quienes necesitan adaptarse a nuestras formas limitadas, sino nosotros quienes podemos aprender de su manera expansiva de sentir la vida.
Ellos nos enseñan a desacelerar, a escuchar sin necesidad de palabras, a comprender que el amor no siempre se expresa con caricias, sino con presencia. Nos recuerdan que la esencia de la vida no está en la estructura, sino en la conexión genuina con lo que somos en el nivel más profundo del ser.
Desde este lugar, el autismo no es un error de la naturaleza ni un obstáculo. Es un llamado a despertar, a cambiar la manera en la que percibimos la realidad, a recordar lo que nuestra alma sabía antes de quedar atrapada en el ruido del mundo.
Te acompaño en este proceso
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Te abrazo,
Lic. Nancy Bosiak
