Querido lector, hoy quiero compartir contigo una reflexión profunda sobre el proceso de envejecer, especialmente al llegar a los 80 años. A través de mi experiencia he aprendido que la vejez no solo es un tiempo de despedida, sino también un hermoso viaje del alma hacia el origen y la paz.
Al llegar a una edad avanzada, especialmente al cruzar el umbral de los 80 años, comienza un proceso natural de desapego entre el alma y el cuerpo físico. Este retiro gradual es sutil y profundo, reflejando una transición hacia el origen y la paz interior. Con el paso de los años, la experiencia y la sabiduría acumulada se integran de forma más plena, mientras el cuerpo, en su naturaleza física, muestra señales de fragilidad. Sin embargo, es en este mismo proceso de desgaste corporal donde el alma empieza a despegarse suavemente, liberándose de la materia.
A nivel espiritual, esta etapa es una oportunidad para regresar a lo esencial, despojándose de las experiencias terrenales y conectando con la esencia misma de nuestro ser. El alma, en este viaje hacia el origen, anhela la paz y el descanso profundo, una especie de retorno al hogar. La energía vital empieza a reorientarse, y el individuo puede sentir, incluso inconscientemente, un llamado hacia la trascendencia y la completitud.
Este momento de la vida no representa solo un declive físico, sino una transición hacia un estado de serenidad y libertad interior. La conciencia va encontrando su propio ritmo, más allá de las limitaciones corporales, y busca conectar con un sentido de plenitud que trasciende lo tangible. Este es el proceso natural en el cual el alma, tras una vida de aprendizajes, experiencias y conexiones, encuentra en el retiro del cuerpo un regreso al amor, a la paz y al origen eterno que siempre ha aguardado.
Te abrazo
Lic. Nancy B
